viernes, 27 de abril de 2012

Deserción y costos en universidades chilenas


Mineduc: un 35,5% son los estudiantes se retiran de los programas académicos del Consejo de Rectores.

Los niveles de deserción llegan a un 35,5% al tercer año de cursados los programas académicos. La excesiva de duración de las carreras y la deserción  son determinantes a la hora de aumentar los costos por estudiante en las 25 universidades tradicionales, el que alcanza un 63,7% más de lo estimado por estos planteles.

En total, 14 planteles del Cruch están por sobre el promedio general respecto de la deserción. El porcentaje más alto se encuentra en la Utem, que alcanza un 51,9%. Le siguen la U. de Tarapacá, con un 50,9%; la U. Arturo Prat, con un 50%, y la U. de Atacama, con un 47,4% .

Para el ministro de Educación, Harald Beyer, es necesario que las instituciones encaucen sus políticas “al servicio de los estudiantes. Una política que permita que las carreras sean pertinentes, que sean de una duración adecuada y que tengan bajos niveles de deserción”… A esto agregó “que es necesario un mayor compromiso de los rectores para que bajen las altas tasas de retiro de alumnos, ya que el reingreso de éstos al sistema de educación superior es bajo. Sólo uno de cada dos se reinserta, y cuando vamos a los estudiantes más vulnerables, sólo uno de cada 10 lo hace”. Según el ministro, la tasa de titulación también es baja. De cada 100 estudiantes que ingresan a primer año, sólo 57 logran titularse.

martes, 24 de abril de 2012

"El alumno es un CLIENTE": no es lo que estás pensando…

Habitualmente en mis seminarios me consultan si el concepto de “el alumno es un cliente” se refiere a que porque ellos paga su educación pueden exigir lo que quieran de la institución educacional donde estudian. No es así. El concepto se refiere específicamente a la atención y el servicio de calidad que la organización académica debe brindarle al alumno. Los estudiantes no sólo pagan por productos o servicios educacionales, sino que también tienen expectativas y desean recibir servicios eficientes, experiencias y garantías de calidad en la educación impartida.

Que los académicos hagan sus clases personalmente y no manden un ayudante porque están en un seminario, que los programas académicos se actualicen de acuerdo a las necesidades del mercado, que el director o decano estén siempre disponibles para los alumnos, que los servicios administrativos y el personal funcionen eficientemente, que escuchen los problemas de los alumnos y den soluciones y no explicaciones, que la infraestructura esté realmente disponible para los alumnos, que las clases se hagan cuando correspondan, etc., es decir el alumno está pagando porque sus expectativas se cumplan y que su experiencia académica se cumpla cabalmente. En la atención y servicio al alumno todo debe ser al 100%. Los estudiantes sólo demandan el mejor valor y el mejor servicio, al mismo tiempo.

 Todo lo que hace una institución educacional tiene relación con todo lo demás. Poco se obtiene con publicidad, promociones y marketing sin una cultura corporativa que ponga en primer lugar el interés del alumno. La plataforma estratégica se sustenta en las necesidades de los estudiantes y no en directrices emanadas de un escritorio académico. El concepto de alumno cliente-usuario debe dirigir el proceso de toma de decisiones. El éxito de una institución educacional consiste en volver a analizar cada suposición y rediseñar la organización alrededor de las necesidades de los alumnos en variables como servicio, soporte de calidad, capacidad para atender, a lo largo de todo el ciclo pre, durante y post educación.

La calidad del producto educativo y el servicio otorgado son esenciales para el éxito. Escuchar con atención lo que los estudiantes están pidiendo y necesitando y hacer realmente los cambios necesarios para satisfacer esas demandas puede significar para la organización educacional un giro que le afecte en todos sus aspectos operativos. Tomar la determinación de hacer todo lo posible y, a veces, lo imposible en beneficio de sus estudiantes, a los que sirven con sus propuestas académicas.

Una institución educacional orientada por el alumno cliente-usuario significa preocuparse lo suficiente para poner en primer lugar los intereses de ellos. A beneficios reales que ellos puedan verificar, más que a una publicidad enaltecida. Poner el interés del alumno por encima de los beneficios inmediatos. Atender sus necesidades en tiempo real significa un compromiso total en la relación interactiva con ellos y la plena disposición a analizar las veces que sea necesario cada aspecto.

La meta final de una organización educativa es atreverse a encontrar nuevas formas diferentes para afianzar y mejorar la vida académica de quiénes usan sus productos y servicios académicos, ofreciéndole un valor extra a la transacción, superar sus expectativas, ir más allá en la satisfacción individual o familiar y establecer una relación interactiva ininterrumpida.

Cualquiera sea el tamaño de la institución educacional, cada operación estratégica, grande o pequeña, debe desarrollar su propia solución, basada en una atención personalizada y creativa hacia el estudiante. Lo importante es la dedicación que se ponga. Estar cerca de ellos. De lo que necesitan y quieren. Ese es el principal compromiso. Una institución educacional nunca debe conformarse con hacer lo que se pueda hasta no descubrir la solución que responda a las necesidades de sus estudiantes.

A eso me refiero cuando hablo de atención al alumno-cliente.

jueves, 5 de abril de 2012

Un adolescente que quiere estudiar una carrera…

¿Quién es? ¿Qué quiere?

Los adolescentes son el eje de las estrategias de marketing educacional. Es quién se matricula si le gusta una institución o se retira si no se cumplen sus expectativas. Hacia ellos debe dirigirse la comunicación estratégica. Conocer sus deseos, aspiraciones o intereses es clave en toda acción de marketing.

La relación de un joven postulante y una institución educación comienza cuando éste se da cuenta que está llegando el momento que tiene que tomar una decisión de elegir una carrera y un plantel académico. Desde ese momento sus percepciones están atentas a lo que comunican las organizaciones académicas, y todo lo que ellas hacen, desde ese momento, está siendo atentamente captado por el joven: sus actividades, las noticias institucionales, la publicidad, lo que comentan los amigos, las actividades que realizan los mismos alumnos, lo que dice la prensa, lo bueno y lo malo. Todo está generando comunicación y contacto entre el potencial postulante y la institución.

Los jóvenes perciben y describen las instituciones en términos de su propia experiencia y la clave está en la significación que le da a los hechos que ve o escucha; posteriormente lleva a lenguaje esa interpretación y más tarde la transforma en acción ¿Y cuál es esa acción? Una matrícula. Nada de lo que comunica una institución educacional es neutro para el potencial postulante. Todo se comunica por eso importante no cometer errores semánticos en los mensajes, errores de interpretación, falta de retroalimentación o “ruido” en los canales.

Las percepciones del joven postulante no están referidas a lo que se dice, sino de la forma en que interpreta los hechos comunicacionales de la institución. Cada momento, cada estado personal cambia la forma en que percibe, sobretodo en esta edad tan cambiante que vive, las que se ven muy influenciadas por sus valores, necesidades, creencias, sentimientos, etc. dándole el significado que siente, en ese momento, a la comunicación recibida. Para él su realidad es la realidad. Una errada percepción puede llevarle a una frustración de sus necesidades o intereses académicos.

Cuando llega el momento de tomar la decisión de matricularse en una institución educacional para seguir una carrera, aparecen los miedos en el joven, las inseguridades propias de la edad adolescente y los cuestionamientos personales. ¿Será una buena decisión? ¿Qué consecuencias tendrá para mi futuro laboral? ¿Qué riesgos estoy corriendo si elijo esta institución? ¿Qué me ofrece? ¿Quiénes estudiarán aquí? Y un sin fin de preguntas que pueden parecer intrascendentes para los adultos, pero son de vital importancia para un adolescente que necesita afianzar su personalidad. Una vez que el joven ha conocido los beneficios académicos y la propuesta de valor de la organización académica no necesariamente significará que se matriculará de manera inmediata. Interrogantes como las planteadas postergarán su decisión final.

lunes, 2 de abril de 2012

La tecnología en el aula

Alumnos y profesores viven en mundos distintos...


Los estudiantes de colegios tienen expectativas sobre el tipo de enseñanza y aprendizaje a los que se enfrentarán cuando entren a clases en la educación superior. Una investigación de la Escuela de Periodismo de la Usach (Chile) demostró cual es la realidad de esta situación. Los adolescentes cuando llegan a la universidad se dan cuenta de que, en general, los profesores no manejan la tecnología, que no saben cómo usarla, la emplean mal o piensan que basta con un Power Point para hacer la clase. La brecha entre alumnos y profesores se produce porque los adolescentes son “nativos digitales”, jóvenes que ha crecido con la tecnología y que tienen una habilidad innata para moverse en el entorno digital.

Menciono una observación personal. En una universidad reconocida por su capacidad tecnológica veo a profesor con un maletín, no era obviamente un notebook, entrando a la sala de clases y pienso: ¿Este señor va a hacer clases con apuntes y papeles? ¿Va a hablar y hablar y escribir en la pizarra en vez de hacer participar a los alumnos con investigaciones prácticas usando la tecnología?. No debe estar muy actualizado con los recursos tecnológicos, me dije, porque si no llevaría su pendrive con las clases y el resto lo hace con la conexión a la red.

Siguiendo con el tema. El estudio mostró una brecha importante entre el estilo vertical y expositivo que prima en la educación universitaria y la visión más comunitaria y horizontal de aprendizaje que esperan los adolescentes, donde la tecnología es vista como un medio de comunicación para aprender y de diálogo permanente entre compañeros y profesores. El nativo digital espera que el profesor entregue sus conocimientos y experiencias en el aula y que la tecnología sirva de apoyo y vía de contacto permanente con ellos. La brecha es de dos experiencias de vida distintas y donde se valoran cosas diferentes.

El adolescente imagina que podrá participar en la clase aportando conocimientos que ha adquirido personalmente en internet; espera que el profesor dé a conocer su enseñanza a través de recursos digitales, como con su propio sitio web, participación en foros de expertos o twitter, posteando contenidos en su blog, que conozca los enlaces más importantes de las tématicas que enseña y que suba sus clases regularmente al sitio del curso. En el fondo necesita que el profesor le enseñe contenidos distintos que el alumno por su cuenta no pueda encontrar en internet.

Lo importante ahora es que los académicos comprendan sus carencias y necesidades en el mundo virtual y que necesitan capacitarse metodológicamente y didácticamente en base al uso de los recursos tecnológicos que dominan los jóvenes. Pero especialmente que comprendan las características de los alumnos de hoy y los hagan partícipes del proceso de enseñanza para que ellos aporten con sitios que conocen sobre las materias, que quieran hacer blogs temáticos o un streaming de video de una actividad.

El ideal de los adolescentes universitarios con clases participativas y profesores utilizando los medios digitales en forma habitual, en muchos más casos de lo que creemos, no existe.